PLANIFICACIÓN DE LARGO PLAZO
La visión cortoplacista ha sido una
impronta indeleble en la mente de los tomadores de decisiones en la región. La
tradición nos ha llevado a creer que gobernar es administrar crisis y recursos
escasos, atender necesidades básicas insatisfechas, resolver problemas urgentes
y atender coyunturas. No obstante, estamos frente a una oportunidad histórica
para transformar la administración y la atención de lo urgente situación. La
transición de modelos de desarrollo y tendencias globales que marcan el siglo
XXI, revelan que gobernar implica preparar al Estado para el desarrollo (CEPAL, 2014). El
renacimiento y la reivindicación de las funciones de los Estados han dado en
estos últimos años en la región han contribuido también a la recuperación de la
planificación, hecho necesario para la construcción de esas imágenes deseadas
de país a futuro (Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL), 2014).
La prospectiva parte de una amplia
tradición científica de estudio del futuro y que reconoce la estrecha relación
que existe entre el presente, el pasado y el futuro. Los eventos pasados dan
lugar al presente e incluso tienen repercusión en sucesos que aún no han
ocurrido. Asimismo el futuro depende del presente. Después de todo, el presente
es el pasado del futuro.
Un aspecto importante de la prospectiva es
que la misma enfatiza el efecto que el futuro tiene sobre el presente. Si bien
eventos pasados y presentes construyen el futuro, las expectativas,
aspiraciones y deseos del futuro tienen un efecto importante en la construcción
del presente. De esta forma, la prospectiva pone en evidencia la construcción
consciente y basada en el presente del futuro.
De ahí que la Senplades viene desarrollando
esfuerzos para establecer una Visión de Largo Plazo, con el fin de reemplazar
las visiones unilaterales y cortoplacistas de bajo alcance y responsabilidad,
por visiones compartidas de futuro. Articulando la visión del país con las
dinámicas globales para generar procesos permanentes de análisis del estado del
arte y de las brechas para el desarrollo. De igual forma, que generen
escenarios y reproduzcan alertas sobre asuntos emergentes identificados en el largo
plazo. Propuestas como estas, de planificación en periodos largos deben
revisadas conforme pasan los años de su duración van avanzando, esto permitirá
la revisión y actualización de sus componentes y los resultados que se buscan
obtener.
En este contexto, la prospectiva propone un
acercamiento que supera a otras alternativas de planificación. Más allá del
determinismo, las tendencias y proyecciones, la prospectiva reconoce el
carácter de creciente incertidumbre en el mundo actual. Mientras las predicciones
estudian certezas y constantes; y los pronósticos se encargan de incrementos
cuantitativos, la prospectiva procura incorporar cambios cualitativos en el
análisis de los futuros. Consecuentemente, la prospectiva implica un
distanciamiento tanto del determinismo como del probabilismo. “La actitud
prospectiva nace de una revuelta del espíritu contra el yugo del determinismo y
el juego del azar” (Medina Vásquez, Becerra, y Castaño, 2014). Así mismo, el enfoque de construcción del futuro de la prospectiva
contribuye a este distanciamiento del determinismo y el probabilismo, y a la
reivindicación de la planificación como instrumento central para alcanzar el
desarrollo.
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